EL ELOGIO DE LA SOMBRA. escrito por Junichiro Tanizaki



Elogio de Nuestra Sombra
por Maria José Ferrada (1)

COMENTARIO en EL ELOGIO DE LAS SOMBRAS de JUNICHIRO TANIZAKI



"Lo bello no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra”.

“El Elogio de la Sombra” de Junichiro Tanizaki (1886-1965) es una reflexión sobre el papel de la sombra en la arquitectura japonesa. Pero es algo más. La penumbra, la opacidad, el espacio vacío, la pátina que el tiempo acumula en los objetos -temas que Tanizaki toca a lo largo de su ensayo- expresan más que una preferencia estética un ejercicio de admiración hacia una forma de construir y de aproximarse al mundo de una tradición que el escritor teme en extinción.
Tanizaki a lo largo de las páginas recorre, extraña, pero sobre todo registra más que escenas, una posibilidad de sentido, para quien a más de setenta años de su publicación, recorre las páginas del libro.

La sombra como posibilidad

El antiguo filósofo taoísta Lo tse señalaba que la verdadera belleza de una habitación residía en el espacio vacío delimitado por el techo y las paredes, en lugar de depender del techo y las paredes en sí. La idea se desprendía de un ideal estético que aspiraba al vacío, en el que la verdadera belleza no podía aparecer en el mundo material si éste no se despojaba de casi todo. Era tarea de la mente, de la imaginación de quien ponía un pie entre esas paredes, completar el cuadro (2) .

La filosofía de Lao tse, que tomó gran importancia en Japón a través del budismo zen, se materializa en la casa japonesa que evita la decoración en beneficio de la desnudez y la contención.

Tanizaki señala cómo “los occidentales se asombran de la sencillez de las habitaciones japonesas, no viendo en ellas más que paredes cenicientas desprovistas de adornos. La reacción es comprensible pero revela la incapacidad de comprender el misterio de las sombras”.



La oscuridad aparece así como una necesidad para esta extraña belleza. “Un cofre, una bandeja de mesa baja, un anaquel de laca decorado con oro molido, pueden parecer llamativos, chillones, incluso vulgares, pero hagamos el siguiente experimento: dejemos el espacio que los rodea en una completa oscuridad, luego sustituyamos la luz eléctrica por una única lámpara de aceite o una vela y veremos inmediatamente que esos llamativos objetos cobran profundidad, sobriedad y densidad… e incitan al hombre a la ensoñación”.

Es la sombra la que da la posibilidad a ese mundo de ensueños y de “incierta claridad” en la que Tanizaki parece encontrarse con el mundo inmaterial del que hablaba Lao Tse. Es en esta especie de duermevela en la que los objetos pierden su contorno dejando espacio para que nos aproximemos a ellos de una manera lenta, gradual, casi táctil. Por un minuto es esta sombra, que borra los límites exactos, la que nos permite respirar a un mismo ritmo con los objetos y llenarlos de sentido. Se trata aquí de un espacio borroso, pero poblado de presencias.

El paso del tiempo

“No es que tengamos ninguna prevención a priori contra todo lo que reluce, pero siempre hemos preferido los reflejos profundos, algo velados, al brillo superficial y gélido; es decir, tanto en las piedras naturales como en las materias artificiales, ese brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo… No es menos cierto que nos gustan los colores y el lustre de un objeto manchado de grasa, de hollín o por efecto de la intemperie, o que parece estarlo, y que vivir en un edificio o entre utensilios que posean esa cualidad, curiosamente nos apacigua el corazón y nos tranquiliza los nervios”.

El escritor nos lleva a otro de los temas por los que transita a lo largo del ensayo: la huella que el uso y el tiempo deja en los objetos.

Se trata aquí de la memoria impresa en las cosas, del gesto que se repite y que por lo mismo, llena de sentido el presente al volverlo una ceremonia cotidiana.

Aparece así el valor de aquello que el uso y el tiempo vuelven imperfecto, marcado. Otro espejo que nos devela Tanizaki. Al encontrar la belleza en el utensilio manchado por la grasa de las manos volvemos encontrarnos con la belleza de nuestra propia imperfección y de las marcas que el tiempo ha dejado en quien repitiendo la ceremonia, se encuentra con ese objeto entre las manos.

Frente al resplandor que evita la pátina del tiempo y que por lo mismo, es eterno presente, nos encontramos con lo opaco, lo velado, que nos devuelve al transcurso temporal de nuestras propias vidas.



Y es que en Tanizaki nos encontramos con la posibilidad de un mundo habitado, de un espacio lleno de resonancias que da paso a una de las posibilidades que nos ofrece el pensamiento japonés: la aceptación de las condiciones de la propia existencia.

Hacia el final del libro el escritor señala a propósito de la diferencia entre occidente, devoto de la luz y oriente, devoto de la sombra: “Mirándolo bien, como los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como algo inevitable: que la luz es pobre, ¡pues que lo sea!, es más nos hundimos con deleite en las tinieblas y encontramos ahí una particular belleza”.

Y es en esta aceptación donde nace la posibilidad de valoración de lo incompleto, de lo imperfecto ya no como simple condición, sino como posibilidad estética, de belleza como estado incompleto, temporal, y que no podemos abarcar si no es a través de nuestra propia imperfección.

La posibilidad de vacío, de ausencia de contorno, de la que hablaba Lao Tse, aparece así, en el recorrido de Tanizaki, como posibilidad de aceptación, pero sobre todo posibilidad de sentido. Y es en ese punto, en esa misma posibilidad de la sombra, donde el tema de Tanizaki deja de ser una cuestión de oriente y occidente para volverse un tema actual y universal.

Datos del libro:

El Elogio de la Sombra
Junichiro Tanizaki
Ediciones Siruela
19ª edición, diciembre de 2005
España

NOTAS:

1-. Maria José Ferrada, integrante Taller Bunka 1. Periodista y actualmente se prepara para estudiar Artes Orientales en una universidad española.


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EL ELOGIO DE LA SOMBRA
INTRODUCCIÓN
La luz, se impone. La oscuridad, alberga. La belleza surge de una trama de sombras
El autor comienza el ensayo debatiendo la introducción de la cultura occidental en la cultura de Japón y lo
mucho que les repercute negativamente. Tanizaki pone de ejemplo su casa como paradigma del buen gusto;
aunque el mismo se da cuenta de que en algunas ocasiones ( pero en contadas y escasas de ellas) el progreso
occidental no es tan malo como a primera vista pueda parecer por su introducción de manera brusca en su
cultura. Aunque parezca en un principio cómico, pone de ejemplo los sanitarios y lugares de satisfacción de
uso fisiológico en donde vuelve poner en evidencia la cultura occidental aludiendo que los orientales habían
conseguido de ese lugar, uno de refinamiento situados fuera de los edificios principales, y desde la privacidad
que ofrecen, uno puede mirar al cielo azul, al verdor del lugar, y dejarse transportar. Tan impresionado quedó
Tanizaki por los encantos de los lavabos de la región de Kant en Japón, que llegó a la conclusión de que los
más grandes poetas del haiku debían haber obtenido sus mejores ideas estando en este tipo de lavabos.
Mientras que para nosotros hablar de este lugar se considera hasta cierto punto tabú.
También habla de los progresos relacionados con lo occidental, considera el autor que si su país hubiera
avanzado a su ritmo, alo mejor muchos de los inventos conocidos no se hubieran desarrollado pero también
muchos otros al haber sido inventados o desarrollados por japoneses se hubieran adaptado más a sus
condiciones sociales, tipológicas, climatología, cultura... Para hablar de ello entre otros, pone de ejemplo el
cine japonés, en el que se da valor al juego de contrastes, sombras, el valor del silencio.. o incluso habla de las
fotografías que se podrían haber adaptado más a su tipo y color de piel.
Otra característica que destaca es el desagrado que los orientales tienen por todo aquello relacionado con el
brillo de lo pulido o matizado por el lustre de la mano; ellos prefieren los reflejos velados, la ausencia de
brillo metálico que evoca frialdad y aprensión ; ellos se decantan por las veladuras de piedras como el ágata o
las transparencias y distintas densidades que evoca el jade, como así incluso evidencian en sus vidrios de
matiz velado recordando a estas piedras.
También se habla de las lacas, que pueden ser marrones, negras o rojas; y la apariencia para un occidental de
un objeto pueda ser chillona; en realidad hay que observarlo desde la oscuridad y ambiente japonés; el objeto
cobra profundidad, sobriedad y densidad. El dibujo pintado en la laca se crea para ser adivinado en medio de
la oscuridad, no para ser observado. Además, Tanizaki, elogia el uso de la laca incluso en los platos a la hora
de servir o presentar la comida, alegando que de esta manera el momento de comer se torna en un momento
de incertidumbre ya que no vislumbras lo que te vas a lleva a la boca, solo puedes adivinar el alimento a
través del olor y ese momento se vuelve único gracias a la laca; se convierte en un saborcillo zen.
Reconoce que seguramente a ellos, también les gustaría vivir como nosotros en viviendas claras que hemos
enriquecido nuestras viviendas con la luz de la manera más favorable; pero debido alas condiciones climáticas
y ambientales de Japón, han tenido que adaptarse a la oscuridad y hacer de la necesidad, virtud.
Al hablar de los muros, los occidentales los vislumbramos como desprovistos de todo tipo de ornato, pero hay
que ir más allá, en realidad es un juego de opacidad de la sombra. En la construcción japonesa procuran lo
más posible alejar la luz : primero por medio de aleros, segundo con un
a galería cubierta y por último los shöji que sólo dejan entrar un reflejo de luz tamizado. Es decir que la luz
exterior produce en el interior una claridad tenue, incluso en el interior se pintan las paredes de un color
neutro, enlucido para no romper la armonía llamada toko−utsuri. El carácter que produce es de densidad en el
ambiente, de eternidad. Por eso en decoración, el uso del oro estaba bastante difundido ya que actuaba a modo
de reflector de la luz; en caso de las estatuas de sobrecogimiento; sobretodo efecto sorprendente inesperado en
la más total oscuridad.
También elogia la oscuridad en otro de los aspectos de la cultura japonesa que es en el caso de las
representaciones teatrales como en el caso del nò, una representación en que se visten con vistosos colores y
sinuosos trajes que ene exceso de iluminación, la vista se cansa enseguida y la representación carece de la
provocación e insinuación que cobra en un ambiente de mucha menos iluminación. Asistir a una
representación nò, da además una imagen retrospectiva de lo que fueron los guerreros en batalla ataviados con
sus trajes, la idea de belleza masculina y la femenina...
En lo que se refiere a la belleza femenina, habla de la manera de vestir de antes de las mujeres, vestían con
tonos apagados a modo de parcela de sombra dentro de la propia casa; la mujer se pintaba los dientes de
oscuro y resaltaba sus labios con una pasta verdosa−azulada y las cejas afeitadas, con lo que la mujer japonesa
en la oscuridad se vislumbraba por su rostro brillante dentro de la profunda oscuridad. También habla de la
imagen de belleza japonesa con respecto a la occidental, la de la mujer japonesa como una varilla, con
ausencia de espesor, carente de cuerpo, sólo belleza de rostro, una belleza fantasmal, un blanco de piel más
alejado de lo terrenal.
Para terminar el libro, Tanizaki analiza que es lo que puede causar que los gustos sean tan contrapuestos, por
lo que empieza a analizar el color y claridad de la piel de unos y de otros., la occidental de claridad
exacerbada; frente a las japonesas que por mi blancas que parezcan, al lado de una occidental siempre van a
destacar como una mancha de tinta diluida dentro de la multitud blanca.
Para terminar, el autor de este ensayo, pone de manifiesto el uso excesivo que se hace hoy día de la luz como
influencia occidental, en vez de seguir las tendencias naturales que el ambiente requiere que sería hacer menos
ruso de las lámparas eléctricas que incluso favorecería un mejor clima en el interior de las viviendas, ya que sumado a que se han reducido la altura de los techos, el calor producido por las lámparas se hace mayor,
además de que como ya se ha expuesto el uso excesivo de la luz resulta un juego de artificio y malabarismo
desagradable a la vista de un japonés.
Por último, dice que en realidad este libro no es más que uan vía de escape que el encuentra por medio de la
literatura de exponer su crítica al momento en que se vive buscando soluciones a la invasión occidental
buscando una respuesta válida japonesa; pero se da cuenta y reconoce que no es más que eso.. una vía de
escape, para él, que compara muchos ancianos que pertenecen a otra época cualquier época pasada fue mejor
y por ello echar la vista hacia atrás y hundir los ojos en la sombra para intentar compensar los desperfectos no
es más que su denuncia personal. Y todos podíamos Seguir su ejemplo con el mero hecho de apagar la
lámpara eléctrica y disfrutar del matiz de la sombra.
PUNTOS A DESTACAR DE LA OBRA
La luz existe a partir de la sombra
Nos encontramos ante un breve ensayo sobre la estética y cultura de las sombras en Japón, que además sirve
de excusa para exponer las grandes diferencias existentes entre dos culturas antagónicas, expuestas por el
autor: la japonesa y la occidental. Tanizaki analiza la importancia que las sombras adquieren en la cultura de
su país: ya que personifican la auténtica cultura japonesa. Este ensayo nos acerca a la estética de la sugerencia,
de lo que se vislumbra, de lo que se evoca, como contraposición a la estética occidental en la que todo se hace
evidente por un uso excesivo de la luz.
En el Japón tradicional, la iluminación franca, directa, fue considerada un ejercicio de violencia sobre el
objeto y los cuerpos. La estética de la sugerencia frente a la estética de la falta de misterio señalan las
diferencias conceptuales que, en torno a este tema, separan a Oriente de Occidente. Mientras uno ha
construido su mirada, sus metáforas y su cultura en torno a la claridad, a la luz, a la comprensión inmediata y
la evidencia, el otro ha rescatado el poder evocador de lo que no es ser y es ser a la vez( algo inherente en su
cultura como tradición taoísta), en la trama de lo oscuro y lo faltante. La belleza no es, si no que deviene en el
minucioso y perfecto equilibrio entre lo que se oculta y lo que se da a ver: matices, contrastes, contrapuntos.
Así, el 'enigma de la sombra' y su vacío que es promesa, como el silencio, pueden ser comprendidos sin abolir,
por eso, la distancia que ofrecen a la ansiedad por desentrañarlos.
Tanizaki se nos muestra en esta obra como un brillante ensayista que sabe transmitir a sus palabras la pasión y
el convencimiento que él sentía acerca del predominio de las sombras en Japón. Nos habla de la especial
belleza de las lacas al recibir un destello de luz, de cómo incluso la gastronomía se ve afectada por el sutil
juego de claroscuros que la hace aún más apetitosa, de cómo la arquitectura juega con las sombras de una
manera desconocida en Occidente, etc.
Durante las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado, Japón estaba dominado por las formas occidentales
tanto en arquitectura, moda, cine como en literatura, al menos en las grandes urbes como Tokio. Sin embargo,
en este período también se dio entre los escritores e intelectuales una reflexión sobre la naturaleza y el destino
de la cultura japonesa. De hecho, fue la aparente inundación de fórmulas culturales no autóctonas lo que
estimuló esta reflexión y, de alguna forma, llevó a un atrincheramiento cultural que buscaba salvar y reafirmar
lo que era auténticamente japonés.
En este marco se sitúa la obra, intenta definir la esencia del ser japonés como contraposición a los cambios
que estaban surgiendo inspirados por las formas culturales extranjeras, fundamentalmente, la cultura
occidental.
En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética
tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego
sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su
fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se
suprimen los efectos de la sombra.
El manejo de la luz en el espacio resulta un desafío más que interesante, ya que sin ella la idea de dimensión y
espacio, no tendría sentido. Se puede decir que la combinación del espacio y la luz hace que un mismo lugar
pueda ser interpretado de maneras diferentes a partir de la ubicación de la luz
Leyendo este ensayo, puede llegarse incluso a mirar a nuestro alrededor y coincidir con las tesis de Tanizaki
de que el excesivo uso de luz que caracteriza al mundo occidental asesina la belleza inherente de lo que nos
rodea, otorgándole a todo un aura de excesivo utilitarismo y frialdad, cuando a veces lo sutil, lo que se percibe
sólo a medias, lo parcialmente oculto, resulta más fascinante al no mostrarnos todo lo que hay y obligarnos a
descubrirlo por nosotros mismos.
El elogio de las sombras es un ensayo sobre la percepción japonesa de la belleza, en el que se exaltan todas
las cosas delicadas, todo lo que está tocado por las sombras y por una pátina de años, todo lo que está
sobreentendido, que aún hoy resulta provocador.
En este ensayo también encontramos a un Tanizaki nacionalista, siendo el final del texto un alegato contra la
pérdida de las buenas costumbres en Japón, contra la modernidad y contra la asunción de la tecnología
occidental, que según él nunca tuvo en cuenta las particularidades de la cultura japonesa, imponiéndose a esta.
Pese a la habilidad de Tanizaki a la hora de exponer sus tesis, su elogio de las sombras y, por extensión, de
todo lo auténticamente japonés, resulta a veces excesivo. En definitiva, tan negativo puede resultar un
excesivo uso de la luz como una excesiva pasión por las sombras y la penumbra.
El interés adicional de este ensayo reside precisamente en aquello que insinúa: la posibilidad de hallar el
rostro virtuoso del deseo en la nocturnidad del mundo y del espíritu.

2 comentarios:

Patricia B. dijo...

Bellísimo.. Por cierto, muy interesante blog.

Llegué a tu blog intentando conseguir ese hermoso ensayo de Tanizaki que leí hace un tiempo desde una fotocopia.

Saludos

Anónimo dijo...

Gracias por tus palabras expuestas para este hermoso texto. Yo andaba buscando una solución a un par de problemas que tengo con respecto a la luz en un proyecto arquitectónico y creo que has sabido ayudarme a abrir mi horizonte.